Entonces, entonces.
Las luces de los autos me disparan. Y el zumbido de mis orejas no me deja ver. Siento que muero por la liviandad de la vida, y aún así todo pesa en la espalda.
Recuerdo haber mordido sueños duros del día anterior, y haberme acostado en la pared del vecino. Dormir con ojos abiertos.
Y entonces. Entonces. Entonces.
Una luz me atraviesa el corazón y caigo tumbado en el medio de un arista. La gente me rodeará desde lejos para ver si aún respiro. No dirá nada y se alejará sin más.
Y entonces comienzo a saborear aquella sensación de que sólo así se vive mejor.